Vida y muerte: una mirada desde la cosmovisión andina
En esta festividad existe un sincretismo entre la religión católica y la religiosidad andina, sincretismo que es resultado de las relaciones de poder, entrecruzamientos de tradiciones indígenas e hispano coloniales que permanecen hasta nuestros días
En su complejidad simbólica y ritual, las festividades populares revelan siempre significados profundos de nuestras sociedades andinas; en ese sentido, el mundo festivo popular tiene un espacio y un tiempo, el misma se desarrolla en un contexto histórico-social determinado.
En la cosmovisión andina no se puede entender las diferentes festividades, si no se ligan al ciclo productivo agrícola (Pachamama), por tanto, la festividad de Todos Santos, está íntimamente relacionada al paray pacha (Tiempo de lluvia), es decir, coincide con el cambio de la época seca a la época húmeda.
La fiesta de Todos Santos tiene lugar el 2 de noviembre, sin embargo, la fiesta misma empieza el día anterior, el 1: a las doce del mediodía, las familias integras esperan a las almas (Ajayus) de sus difuntos para compartir sus alegrías, penas y tristezas con una mesa o mast´aku (Tendido).
En esta festividad existe un sincretismo entre la religión católica y la religiosidad andina, sincretismo que es resultado de las relaciones de poder, entrecruzamientos de tradiciones indígenas e hispano coloniales que permanecen hasta nuestros días.
En esta fiesta existe una serie de rituales, donde se manifiestan un conjunto de saberes, que se traducen en prácticas, y, para poder captar la intencionalidad y significado de los símbolos dominantes, es necesario estudiarlos no sólo en el contexto de cada ritual, sino del sistema total.
En cuanto al ritual, el antropólogo Néstor García Canclini sostiene que “el rito se distingue de otras prácticas porque no se discute, no se puede cambiar ni cumplir a medias. Se cumple, y entonces uno ratifica su pertenencia a un orden, o se transgrede y uno queda excluido, fuera de la comunidad y comunión”.
Entonces, el ritual es el encargado de la reafirmación cultural, fortalecimiento y sentido de pertenencia, con esa variedad de elementos simbólicos que se presentan en esta fiesta. El ritual del mast’aku, se manifiesta en tres niveles: Janaq-pacha (la luz, transparencia, bondad), Kay-pacha (desde nuestra vida, desde aquí) y el Ukhu-pacha (lo obscuro de la existencia, maldad). Además, si el mantel es blanco significa que el difunto era niña/o y negro si es adulto.
A nivel de lo simbólico, en la mesa, se enfatizan los gustos del difunto: Comidas (generalmente los uchus), frutas (piña, sandía, naranja, caña de azúcar y plátanos), bebidas (agua, chichita, cerveza, ron), flores, dulces, galletas, bizcochuelos, complementada con la “t’antawawa” que es el elemento central que representa al cuerpo del difunto y los urpus, estos últimos, resaltan por los significados simbólicos dominantes que conllevan, por ejemplo: Sol y luna: son los dioses tutelares más importantes de la cultura andina. Las escaleras: que el difunto utilizará para que pueda descender al mundo de los vivos y ascender nuevamente. Serpientes, sapos y lagartijas que representan el mal. Ángeles y palomas que representan el bien.
Llegado el mediodía del 2 de noviembre, se comienza con el destumbe o desarmado de la mesa, en el cual se despide el alma del difunto, después de éste encuentro simbólico entre vivos y muertos por el lapso de 24 horas; el alma se va contenta.
En el armado del mast’aku, la construcción de significados (conjunto de saberes) se da a partir de la interacción de dos o más personas, en la misma cada uno posee una carga subjetiva y simbólica, y se manifiesta en las prácticas culturales (rituales) a la hora de emitir mensajes, sean estos últimos, verbales o no verbales. Dicho de otro modo, el mast’aku es y representa el encuentro, en diferentes niveles, interreligioso, familiar, entre vivos y muertos y nos brinda el sentido de comunidad.
La fiesta de Todos Santos, comprendida desde la cosmovisión andina, en ese principio de dualidad, es la fiesta de la vida, que no se entiende sin la muerte, la existencia es una sola, está formada por la vida y por la muerte de carácter cíclico. Ese es nuestro modo de vivir y ser.
Ariel C. Guarayo Morales
Pedagogo, comunicador social e investigador sociocultural