‘La coronela’ y el fracaso de la nación
Una lectura del cuento del escritor cochabambino Augusto ‘Chueco’ Céspedes, que integra el libro ‘Sangre de mestizos’
Unos golpes la arrancaron de su sueño. Eran más o menos las cuatro de la tarde. Se había trasnochado bailando en la fiesta en honor al ascenso del capitán Santiago Sirpa, un paceño negro, feo y completamente enamorado de ella, o por lo menos eso decían. Bara no se preocupó por el ruido, seguramente era su madre que ya estaba devuelta del arroyo.
Se equivocó. Por el umbral de la puerta apareció el negro cráneo, coronado por una cabellera dura como paja, del ahora Mayor Sirpa. Parecía seguir ebrio y perdido. Bara intentó levantarse de la cama, pero el Mayor no la dejó. Se sentó a su lado, y le susurró cosas bonitas al oído, como tantos otros. Bara le advirtió que su madre volvería pronto, que se fuera. El Mayor pasó de las palabras a las acciones.
Fueron diez minutos de susurros, de sudor, de saliva. Diez minutos que acabaron cuando ambos sintieron la llegada de doña Trini. Su madre no llegó como un ángel de guardián, no, llegó bajo la forma de un verdugo. Doña Trini, al grito de “¡cochina, perra!” y “cochina, ahora te cuelgo”, comenzó a golpear a Bara, que apenas pudo escapar descalza y con una toalla cubriendo sus desnudos pechos a una casucha a unos treinta metros. Ahí fue donde la encontró Sirpa, temblando de miedo y segura de que su madre la mataría. De ahí, de esa casucha se la “llevó” Sirpa, comenzando su relación, relación que utilizará Augusto Céspedes para —creo yo— hacer una alegoría del fracaso del Estado boliviano al construir una idea de nación, en el cuento “La coronela”, del libro Sangre de mestizos.
Para aclarar esta alegoría hemos de partir primero por aclarar quienes son o, mejor dicho, que representan los personajes principales. Trini y Bara son solo apodos. El verdadero nombre de Bara es Bárbara, que como señala García Pabón es una “clara referencia al territorio amazónico, siempre definido como el espacio de lo salvaje, lo bárbaro, lo indomable”, haciendo de esta peladinga una metáfora de la selva virgen. Por otro la do el nombre de la madre de Bara es Trinidad, siendo esta una alusión al departamento del Beni. Lo que nos dice que Bara representa a los hijos del departamento de Trinidad, de esta forma Bara es la encarnación no solo del territorio amazónico, sino que también de los hijos de esta tierra.
Y, ¿quién es Sirpa? Por la descripción de una cara caballuna, piel oscura, dientes deformes y cabello grueso como paja se pensaría que es un indio militar. Pero su rango de oficial nos indica que no es indio, ya que a estos se les negaba el acceso a rangos militares altos. De manera que Sirpa solo podría ser un mestizo de rasgos indígenas y representante de los militares de carrera. Más importante aún es su lugar de procedencia y a quién sirve este militar. Sirpa es paceño y como militar es representante de la sede de gobierno, también ubicada en La Paz. En otras palabras, Sirpa representa al Estado de Bolivia y como este pretende tener un control sobre la nación.
Pero, ¿qué son estas dos palabras que parecen ser de sentido intercambiable? ¿Qué es nación? ¿Qué es Estado? Para Tomás Pérez Vejo, el ser humano necesita sentirse parte de un grupo, y la nación es eso, un grupo de personas que se cree una nación. Esta creencia está fundamentada en la fe en un relato, relato que a su vez define la identidad de ese grupo de personas que cree en él. ¿Cómo se construyen las identidades nacionales? Según Pérez Vejo, la nación es una construcción imaginaria que se realiza en el imaginario de un grupo de personas. Dicha construcción es realizada de arriba abajo, en otras palabras, es el Estado junto a las élites políticas y culturales las que construyen el imaginario de nación.
Como hemos visto, Sirpa es el representante del Estado boliviano, y por tanto su forma de relacionarse con Bara, que encarna tanto el territorio oriental como a las personas de este, refleja la forma de comportamiento del Estado boliviano al momento de integrar a diferentes territorios y personas dentro de su estado y dentro de una idea de nación. Este comportamiento es del tipo violento. En la mañana después de la fiesta por el ascenso de Sirpa, Bara tiene que decidir entre los golpes de su madre y aquél militar que la quiere poseer por la fuerza. La decisión de estar bajo la tutela de La Paz, de un militar paceño, es más una obligación que una decisión libre. García Pabón señala que esta sería la razón por la que no se encontrarían rastros de amor de Bara hacia Sirpa, siendo el mayor “signo de esta distancia al que después se convertiría en su marido que siempre lo llame coronel”. De esta forma ambas relaciones estarían basadas en el poder y la desigualdad. Este hecho no pasaría desapercibido, y tanto Sirpa como el Estado intentarían civilizar a Bara. Pero civilizar la selva no es lo mismo que integrarla a un proyecto de nación.
La alegoría no termina ahí. Bara es una mujer de tez blanca, cuerpo curvilíneo, ojos claros y senos abundantes, y al igual que los ricos territorios bolivianos, que son codiciados por los países vecinos, Bara es deseada por todo el que llega a conocerla. En el cuento de Céspedes estalla la guerra del Chaco y Sirpa, una vez más emulando al Estado boliviano, abandona a Bara dejándola al cuidado de dos viejos fortines, que son sus dos tías, en La Paz. Y una vez más, al igual que los abundantes territorios bolivianos son robados por intereses capitalistas. Bara es seducida por un joven y elegante dueño de haciendas. Finalmente, el fracaso se hace fuertemente evidente en el discurso del presidente Salamanca que cita el cuento: “[…] Bolivia defenderá su honor. País que no sabe defenderlo no es digno de ser nación, y Gobierno que no sabe cumplir con su deber no es digno de ser Gobierno”. Sirpa, atrapado en la guerra del Chaco fracasará en defender su honor de hombre, fracasará en defender a Bara, esta lo traicionará porque no se siente parte de él. De la misma forma, el Estado boliviano fracasó en defender al Chaco y muchos otros territorios, igual que fracasó en crear en esos territorios un sentimiento de nación.
José Carlos Pérez
Licenciado en Filosofía y Letras – jcpmb92@gmail.com