Alison Spedding: ‘Hay demasiado feminismo quejumbroso’
Entrevista a la antropóloga, docente, cocalera y escritora de origen inglés, una de las invitadas de la feria de edición alternativa Enjambre de Libros, en Cochabamba. El evento concluye hoy domingo 14, por la noche, en la Casa Departamental de las Culturas (ex gobernación, acera norte de la Plaza Principal), así como en sus sedes de La Paz y Santa Cruz. El ingreso es libre.
No es fácil seguirle el ritmo a Alison Spedding (Belper, Inglaterra, 1962), antropóloga y escritora que vive en Bolivia desde 1986. No es fácil. No solo porque habla con un español aún contaminado por su acento inglés, que puede desconcertar a un interlocutor novato, sino porque dispara sus palabras a velocidad crucero, sin ahorrarse anécdotas de su trabajo de campo, relatos personales, referencias literarias y cinematográficas, paráfrasis y, sobre todo, ideas. No es fácil, pero vale mucho la pena, porque si hay algo que Spedding cultiva, acaso con tanto compromiso como sus cocales, es el humor. La “chola gringa”, como solían llamarle, se ríe de todo y de todos, empezando por ella misma. Si tiene que hablar de su paso por la cárcel, donde estuvo recluida en los años noventa por un delito de la ley 1008, lo hace con un giro hilarante. Si se acuerda de su antigua (¿y extinta?) amistad con Álvaro García Linera, se despacha con una observación aguda en torno al romanticismo latinoamericano que rodea a la figura del guerrillero de izquierda. Si piensa sobre el feminismo en Bolivia, se burla de algunos “académicos” que le ponen trabas, pero también de cierta tendencia por encararlo desde un lugar extremadamente victimista. Nada escapa a su genio humorístico.
“La gringa Alicia”, otro de sus apelativos, tiene un sentido del humor extraordinario y, sin embargo, se toma en serio todo lo que hace. Como antropóloga ha desarrollado investigaciones de campo de gran valor en un espectro amplio de intereses, que va de las creencias en los Andes a las dinámicas de las organizaciones cocaleras, pasando por la vida adentro de las cárceles. Como docente promueve e involucra a sus estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UMSA en sus investigaciones. Como escritora dedica años a imaginar ficciones novelísticas rompedoras en la narrativa boliviana, como Manuel y Fortunato, El viento de la cordillera, De cuando en cuando Saturnina o Catre de fierro. Como editora mantiene desde hace veinte años la editorial independiente Mama Huaco, desde la que publica sus trabajos y los de otros colegas. Como cocalera le dedica la mitad de su tiempo o más a cultivar el arbusto en las tierras sudyungueñas de Chulumani, donde trabaja y desde donde lleva coca ecológica para venderla junto con sus libros. Como dirigente procuró reivindicar el rol de las organizaciones sindicales femeninas en el campo. Como mujer que vive en Bolivia viste pollera, blusa y sombrero, se hace trenzas en el pelo y lleva un aguayo en la espalda.
Así la encontramos el jueves 11, en la Casa Departamental de las Culturas (la ex gobernación cochabambina), adonde llegó como invitada de la feria de edición e impresión independiente Enjambre de Libros, que arrancó el miércoles 10, de espaldas a una manifestación antigubernamental, y concluye hoy domingo en sus respectivas sedes de Cochabamba, La Paz y Santa Cruz. Vino para presentar los libros de investigación Chachawarmi a lo yungueño y Las cárceles. ¿Una bomba de tiempo?, además de exponer y vender otros títulos de su editorial y su coca ecológica. Orgullosa de lucir su barbijo de Adepcoca (la Asociación Departamental de Productores de Coca de La Paz), a la que está afiliada, compartió con la RAMONA más de media hora para hablar de sus recientes investigaciones, de las mujeres en las organizaciones campesinas yungueñas y de las deficiencias de las cárceles bolivianas; pero también de sus libros de ficción, de los ya escritos y publicados y del que viene escribiendo, una novela de historia alternativa que imagina una América musulmana en vez de latina. Fueron unos minutos entretenidísimos (solo algunos de ellos recuperados, por límites de espacio), de impagables e incontables carcajadas, que no se ven reflejadas en la transcripción del diálogo, pues, de haberlo hecho, interrumpirían prácticamente cada oración. Concluida la charla, se marchó para afinar, con la seriedad que le es natural, su intervención en la mesa sobre ciberpunk del V Encuentro de Internacional de Narrativas, que se organizó en el marco del Enjambre de Libros. Se escabulló por entre los puestos de exposición para sentarse en el suelo, con la pollera extendida y las trenzas quietas, una botella de Powerade a mano derecha y sus zapatos a mano izquierda, parapetada detrás de su “qhatu” de libros y de coca, frente a la laptop desde la que se conectaría para que otros escritores y lectores se esforzaran y divirtieran intentando seguirle el ritmo.
En la antología de ensayo feminista La desobediencia, editado por Liliana Colanzi (2019), hay un trabajo tuyo que se titula “Chachawarmi a lo yungueño: experiencias en el sindicalismo paralelo de mujeres campesinas”. ¿Cuál es la relación de ese texto con el libro Chachawarmi a lo yungueño, que acabas de presentar?
El libro que hemos presentado ahora se origina en una investigación extracurricular que se hizo en la carrera de Sociología (de la UMSA), en el año 2015, inicialmente. En ese entonces yo no estaba con cargo y, posteriormente, en abril de 2018 fui elegida Secretaria General de Mujeres en la Central Agraria San Bartolomé, en Chulumani, un cargo en el que estuve hasta el año pasado.
De esa experiencia como dirigente habla ese artículo en La desobediencia…
El artículo que está en la antología de Liliana Colanzi habla más de un episodio en particular, es una especie de precuela, si quieres llamarlo así…
¿Y el libro que has presentado en el Enjambre de Libros abarca todo el periodo en que fuiste dirigente?
Sí, pero no es tan narrativo. Cubre los orígenes de la Federación de Mujeres en Sud Yungas, en los municipios de Chulumani e Irupana, desde su fundación en 1980, y la participación de las mujeres en diferentes niveles del sindicalismo. De hecho, también cubre el periodo de cuando Felipa Huanca estaba a la cabeza de la Federación Departamental de Trabajadoras Campesinas de La Paz e incluso promovía la formación de organizaciones paralelas de mujeres desde la base. Aunque, como yo explico, a nivel de los sindicatos de base no es factible, sino a nivel de las centrales agrarias y federaciones que existen en las organizaciones paralelas de mujeres. De hecho, yo lo considero políticamente muy innovador.
Teniendo en cuenta este análisis, ¿cómo ves la experiencia de las ‘Bartolinas’?
Es cierto que a nivel nacional no necesariamente funciona con el mismo grado de paralelismo (que hay en los Yungas, donde se centra su investigación), porque no se ve al ejecutivo nacional de la Csutcb (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia) actuando conjuntamente con la ejecutiva de las ‘Bartolinas’ (Confederación de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia “Bartolina Sisa”) . Pero, por lo menos, en las centrales y federaciones yungueñas así funciona, en algunos casos más que otros.
Hace no mucho tuvimos el conflicto por el mercado de la Adepcoca. ¿Cómo evalúas el papel de la dirigencia femenina cocalera en esa coyuntura?
Justamente, en Adepcoca, hasta ahora no ha habido una presidenta. Y de nuevo, los candidatos que están mandando para las nuevas elecciones son puro hombres. A nivel de comunidades de base es frecuente que haya representantes mujeres, pero no así en los niveles cupulares. Honestamente, en el directorio de Armin Lluta, su vicepresidenta era mujer y todos votamos por ella porque queríamos ver mujeres ahí y, francamente, no dio la talla, podemos decir.
Desde tu experiencia, ¿cuál es tu diagnóstico sobre la investigación social desde una perspectiva feminista en Bolivia?
En general, en términos de género estamos sumamente atrasados. En el actual pénsum de la carrera de Sociología de la UMSA (donde es docente) hay una materia de Sociología de Género, que yo he metido en las anteriores jornadas académicas. Recuerdo que el director de entonces dijo que “eso de género es algo que nos ha traído la cooperación internacional, para qué vamos a incluirlo, en cinco años va a estar pasado de moda”. Y yo dije, claro, eso quiere decir que en cinco años todos vamos a ser unisex. Y si eso te dice el director de la mayor carrera de Sociología que hay en el país, te da una idea. La mayor parte (de la investigación) está aún en esa etapa inicial, donde ni siquiera se trata de género, sino de estudios de mujeres, como si recién se hubieran dado cuenta de que existen. Y luego, hay demasiado feminismo quejumbroso. Por ejemplo, las investigaciones sobre feminicidios. No digo que no valga la pena investigar ese tema, pero lo que se ve son típicos estudios que dan la impresión de que todos los fiscales, jueces y abogados dicen: “¿Qué caso es? Ese ha matado una mujer. Ah, entonces, no le atiendas. Ponle atrasos, suspende sus audiencias, cámbiale de investigadores”. No se dan cuenta de que eso pasa en todos los casos en Bolivia, no es algo exclusivo de cuando la víctima es una mujer.
Entrando al otro libro que acabas de presentar, Las cárceles, ¿una bomba de tiempo?, ¿en qué medida se conecta con tu trabajo La segunda vez como farsa: etnografía de una cárcel de mujeres en Bolivia (2008)?
La segunda vez como farsa la hice en base a los dos años y medio que pasé en la cárcel de Miraflores, una de las dos cárceles de mujeres que hay en La Paz. Podemos decir que no era mi intención hacer esa investigación, mientras que este segundo libro sobre cárceles es una investigación a nivel nacional que hice con dos ex tesistas, Gabriela Reyes y Magaly Quispe. Ganamos un concurso de investigación en la Vicepresidencia para hacer este trabajo sobre las cárceles a nivel nacional. En ese sentido hemos visitado las cárceles de los nueve departamentos. Y entre otras cosas, hemos descubierto que en la mayoría de los casos ni fueron construidas como cárceles. Tal vez han escuchado que hay una cárcel en Patacamaya, supuestamente nueva, pero que en realidad es un alojamiento que fue decomisado por la ley 1008 de sustancias controladas y se ha convertido en cárcel. Aquí en Cochabamba tienen el caso de San Antonio, que es un ex mercado. Todo el mundo pasa de largo, como si no existiera, y si entras ahí, ves que las celdas son ex puestos de mercado.
¿Por qué nuestras cárceles son una bomba de tiempo?
Eso es una cita de uno de los policías a cargo. Alude, más que todo, al hacinamiento, la infraestructura absolutamente deficiente, el presupuesto deficiente…
Hablando de tu obra ficcional, se sabe que está en puertas una nueva edición de tu novela De cuando en cuando Saturnina (2004)…
Va a ser la tercera edición y está confirmado que saldrá en marzo (del próximo año).
No es tan común que una novela como esa, calificada como de ciberpunk andino, sea tan editorialmente exitosa en Bolivia. ¿A qué atribuyes su éxito?
Qué sé yo, no sé, en serio. La he terminado de escribir cuando estaba en la cárcel. A una de mis compañeras de celda le contaba la historia… Y otra tipa que también era nuestra compañera de celda y era de Lahuachaca, escuchando eso empezaba a hablar en aymara, como a 100 kilómetros por minuto, como yo también hablo, y decía: “Sí, así siempre es, exactamente así pasa”. Ella entendió lo que pasaba… La tipa que lo entendió era analfabeta, es decir que la que quería leer el libro no lo entendía y la que lo entendía no podía leerlo. Entonces pensé que iba a ser un libro que no iba a entender nadie, pero no había sido así. Artilleros en La Paz me han felicitado. Alguna vez estaba chupando con un colega de la UMSA, en un bar de la Illampu, y me felicitaron por ese libro. Debe ser algún libro imaginario nacional. Aparte de que es un libro profético, por eso del negro en White House (la Casa Blanca). Yo lo terminé de escribir en 2000 y fantaseaba con que iba a haber un negro en la Casa Blanca.
Tu novela Catre de fierro (Plural, 2015) fue también un suceso, con más de una edición y comentarios muy elogiosos. Curiosamente es una ficción que, al menos en términos de género, no se parece a De cuando en cuando Saturnina, porque se trata más de una narración histórica…
Sí, corre, más o menos, de 1940 hasta 1997, es más histórica. Tengo la costumbre de escribir a través de los géneros. Manuel y Fortunato es una novela histórica clásica (1997), El viento de la cordillera (2000) es un thriller, Saturnina… es ciencia ficción. Catre de fierro la concebí dentro del género de saga familiar, porque hay dos familias, de los ex patrones y los ex colonos, en Saxrani, Inquisivi, que por motivos obvios tienen el mismo apellido. Aunque, al llegar al final, me di cuenta de que no era tanto una saga familiar, sino que se acomodaba a la tragedia de venganza, como Hamlet, que termina con el escenario sembrado de cadáveres.
¿Ahora mismo estás trabajando en alguna obra de ficción?
Sí, sí, sí, en el género mundo paralelo o también conocido como historia alternativa, que es como un subgénero de ciencia ficción. Básicamente, en el mundo paralelo, no se terminó la reconquista y, por tanto, fueron los moros de la región andaluza quienes contrataron a Colón. Entonces, América Latina es América Musulmana.
¿Se trata de una novela?
Claro. Está ubicada en la república islámica libre de ‘Collastán’.
¿Qué cuenta?
Quevedo escribió La vida del Buscón, libro que termina con Pablos debiendo escoger entre entrar a la cárcel o irse a las Indias, y se va a las Indias. Parece que Quevedo prometía una segunda parte del Buscón, pero no la hizo. Y yo me preguntaba por qué nadie hace una segunda parte del Buscón. Yo no me sentía con capacidad de parodiar o de hacer un pastiche del castellano del Siglo de Oro, pero aun así lo he hecho, solo que es de Pablos en las ‘Indias Musulmanas’. Pablos va a Potosí, Pablos en una fiesta de indios. En el mundo paralelo sí hay Revolución Francesa, sí hay la retirada de Moscú, pero después Napoleón gana en Waterloo, así que la adquisición de Luisiana nunca tiene lugar. El imperio francés va a persistir hasta la Segunda Guerra Mundial, más o menos… El México musulmán tiene frontera con California, que pertenece a la Rusia zarista, y es la cuarta Roma… La novela no está terminada todavía. Por si acaso se llama “El secretario de su delirio”, una cita de Lacan.
Periodista – @EspinozaSanti
Quiso ser futbolista, estrella de rock, cineasta, pero solo le alcanzó para fracasar como cinéfilo en la soledad de su cuarto. Quiso ser escritor y en el periodismo sigue fracasando de forma impune hasta que alguien criminalice y prohíba el fracaso.